Varios
visitantes de esta página me han pedido que aparezca en ella
un cartón del año 2001 llamado “Amores perros”.
He aquí ese cartón.
A mediados del 2001, en una de sus muy gustadas giras, Fox se lanzó
en contra de sus críticos, y haciendo una mala cita del Quijote,
declaró: “Si los perros ladran, es porque estamos avanzando,
tal como lo soñó Cervantes en su novela...”.
Ésta era una más de las constantes muestras de intolerancia
que mostraba el presidente que tanto se ufanaba de la libertad de expresión.
A los que osaban criticarlo, les llamó “contreras”,
afirmó que lo que se decía de él eran “una
sarta de babosadas”, y llegó al extremo de felicitar a
una señora analfabeta por serlo y, así, no leer los periódicos.
De esta manera, sería feliz sólo viendo la tele.
Si el presidente nos llamaba perros a quienes criticábamos su
labor al frente del gobierno, ¿por qué no iba yo a regresarle
el cumplido en un cartón?
Este cartón motivó varias cosas. Entre ellas una gran
molestia en Los Pinos. Pero también provocó el siguiente
reportaje publicado en la revista “Proceso”:
PERSONAJE DE CARICATURA
Antonio Jáquez ®
Lo que al líder sindical Fidel Velázquez le llevó
varias décadas, el presidente Vicente Fox lo ha conseguido en
unos cuantos meses de gobierno: ser uno de los políticos más
caricaturizados en la historia del país. Libres, despiadados,
los moneros de los periódicos mexicanos no dejan pasar una:
Naranjo dibuja al presidente, en el cartón "Las epístolas",
vestido de novio al tiempo que, las manos por delante, instruye: "Nada
de Melchor Ocampo, yo quiero una de José Alfredo Jiménez".
O se lo imagina vestido de torero, con una toalla valuada en 4 mil pesos
que hace las veces de capote.
Helioflores, en el cartón "Los ladridos", traza a Fox
como un Quijote que cabalga al lado de su Sancho Panza —en un
dibujo que evoca al canciller Jorge G. Castañeda—, mientras
a su paso alguien pregunta: "¿No serán El Croquetas
y El Firuláis?".
En el cartón "El gran prometedor", Magú dibuja
al presidente de medio cuerpo (como suele hacerlo), lo mismo que a la
dama que lo acompaña, con un texto que dice: "Pues sí,
a Martita ya le cumplió... ¿y a nosotros cuando?".
Hernández de plano ve a Fox como un perro bajo el control de
un banquero que representa al Banco Mundial, que le dice a un colega
del FMI: "Ladra mucho y la caga a cada rato, pero es señal
de que estamos avanzando". El cartón se llama "Amores
perros".
El deporte de Fox
La culpa es de Fox, coinciden los moneros entrevistados por Proceso:
el presidente es un personaje de caricatura, lo mismo por su estilo
ranchero que por sus frecuentes deslices. Es casi redundante caricaturizar
a Fox, sentencian, pues "el presidente es de caricatura".
Por voluntad propia, afirma Naranjo, Fox se ha convertido "en un
personaje de historieta que hace reír a todo mundo, porque ni
siquiera provoca enojo cuando dice que le ladran. No creo que la gente
llegue a sentirse ofendida por eso, pero es muy impropio de un presidente
referirse a sus críticos como si fueran perros. Además,
si usa ese lenguaje se arriesga a que le respondan en el mismo tono".
—¿Usted cree que se ha vuelto un deporte nacional tirarle
a Fox, como dijo el presidente del PAN, Luis Felipe Bravo? —se
le pregunta a Naranjo, caricaturista de Proceso y El Universal.
—Desde luego que no. No es un deporte ni una moda ni una ocurrencia,
es un ejercicio pleno de la crítica a que tenemos derecho. Lo
que sí podemos decir es que este sexenio se ha respetado nuestro
trabajo, como también se respetó durante el sexenio de
Zedillo. Esto no es mérito del gobierno, en todo caso es mérito
de los propios caricaturistas el tratar de ensanchar los límites
de la libertad de expresión.
—¿Percibe una mayor agresividad de los moneros hacia Fox
que hacia los presidentes priistas?
—No. Lo que pasa es que hay presidentes que se prestan y hay otros
que no. En el caso de Salinas, por la censura que existió durante
su sexenio, la gente se desfogó hasta el final, las críticas
surgieron cuando él ya se iba. Con Zedillo, a pesar de que fue
muy medido, hubo muestras muy claras de descontento.
"Lo que pasa es que Fox facilita nuestro trabajo, con su temperamento
y figura ridícula de ranchero dicharachero y dice tantas estupideces,
porque suelta la lengua sin ningún freno. Entonces, al pueblo
en general, y no solamente a los caricaturistas, da mucho de qué
hablar."
Helioflores, monero de El Universal, cree también que la mayor
libertad que tienen hoy los caricaturistas no se debe al gobierno: "Yo
no diría que a Fox le gusta nuestro trabajo, estoy seguro de
que le molesta y que haría todo lo posible por evitarlo, de una
manera o de otra. Si hay más libertad es el resultado del trabajo
de los caricaturistas, de la prensa en general y de los lectores, que
ya no se dejan engañar, no se van con la finta de una prensa
que diga cosas que el lector no está viendo en la realidad".
Afirma que si los moneros se ocupan tanto de Fox es porque "el
personaje da motivo, a la mejor si fuera un presidente más discreto,
si actuara de manera diferente, no sería objeto de los trabajos
de los caricaturistas casi a diario. Pero parece que es el mismo Fox
el que nos invita a que lo tomemos como personaje. Por lo visto, su
deporte favorito es contradecirse, equivocarse y, a veces, hasta hacer
reír".
Es también una cuestión de oficio político, comenta
El Fisgón, monero de La Jornada:
En los gobiernos priistas, "el presidente se cuidaba más
y declaraba menos; a pesar de todas sus barrabasadas, los priistas tenían
oficio político. Cuando empezó el período foxista,
los moneros estábamos preocupados porque nos preguntábamos:
ahora de quién nos vamos a burlar. Pero resulta que este régimen
viene completito y copeteado, viene muy mejorado, con decir que Zedillo
se quedó corto".
—Y Zedillo llegó lejos, ¿no?
—Sí, pobre, era un poco más deslenguado que Salinas.
Pero Fox parece que se siente obligado a declarar diariamente, y de
repente, incluso, te da temas a escoger. Ahora, por ejemplo, apenas
acababa de decir esta cosa maravillosa de que nos pedía a los
mexicanos que rezáramos por la economía norteamericana,
cuando ya había hecho lo del decreto para la Ley Eléctrica
con el que se brincó al Congreso.
La figura del presidente "es un regalo para los caricaturistas",
dice Calderón, de Reforma y Cambio, uno de los contados moneros
que le tiene simpatía a Fox. Recuerda que en la era priista había
"políticos tan grises como Alfredo del Mazo, que uno tenía
que ser un genio para sacarle el parecido o ponerle un letrerito que
dijera 'este es Alfredo del Mazo'. En cambio, políticos como
Salinas, como Cárdenas, como Fox, tienen rasgos faciales muy
identificables, además de que en el caso del presidente hay prendas
como las botas y la hebilla".
—¿La riega tanto Fox como lo creen la mayoría de
los caricaturistas?
—No lo veo así, pero sí creo que este señor
se ha sobrexpuesto. De hecho, la caricatura de Magú "Un
día sin Fox" es muy sintomática. Llega un momento
en que por más que te ayude este señor a sacar caricaturas
y se ponga de moda y todo eso, el caricaturista dice: "Ya me cansé
de pegarle a este cuate...". O sea, por más mal que te caiga
el presidente, llega un momento en que te cansas de pegarle.
Por otro lado, señala Calderón, "el presidente no
es el favorito de la prensa, pero eso no necesariamente refleja a la
opinión pública. También la prensa está
muy cuestionada, mucha gente dice que los medios tienen una agenda particular
que no necesariamente es la de la ciudadanía, cosa que, entre
paréntesis, se ve en todos los países. Se está
dando un reacomodo, un recalentamiento de las pasiones, y, cosa curiosa,
mientras hay más libertad se tiende a ser más intolerante".
Presente en una muestra reciente en Puebla de los mejores caricaturistas
del país, Magú tuvo de pronto la impresión, al
ver el conjunto de los cartones, que México está gobernado
por un presidente "contrario al sentir nacional, al sentir social.
Alguien no muy enterado de las tendencias políticas de los moneros,
pensaría luego de un vistazo a esos cartones que al frente del
país está un presidente detestable y muy deteriorado.
De lo que no hay duda es que Fox es un presidente que está siempre
dando la cara, tiene una actitud muy echada para adelante".
El monero de La Jornada platica que se las ha ingeniado para no hacer
cotidianamente a Fox: "Le di primero una tregua. Luego resultó
imposible que no me ocupara de él, hasta que me di cuenta de
que estaba cayendo en lo obvio, que tenía que buscar otros temas
para poder distraerme yo mismo de Fox, además de que ahora todo
mundo puede criticar al presidente, ya no es ningún atrevimiento
caricaturizarlo, como lo era en tiempos de Salinas".
Recuerda que Abel Quezada decía que los caricaturistas tenían
que explorar todas las posibilidades de la crítica, "por
una razón sencilla, para no desgastarnos frente a los lectores,
porque pudiera ser que si nosotros buscáramos siempre estar criticando
las acciones del presidente, el día que bajáramos a criticar
al policía de la esquina dudarían de nuestra honestidad,
pensarían que ya nos vendimos porque ya no estamos criticando
las alturas del poder".
Por eso, dice, él trata de ocuparse no sólo de la figura
presidencial, "no podemos estar siempre pensando que toda la responsabilidad
es nada más del presidente, hay muchas acciones que se dan sin
que el presidente se entere y uno tiene que sacar a los personajes que
cometen errores o disparates, aunque sean menores".
Como un perro
¿Es buena una caricatura sólo por ser agresiva? ¿Se
vale todo para ridiculizar al presidente, incluso dibujarlo como perro
y decir que "la caga", como lo hizo Hernández?
Naranjo: "No tienes que ser agresivo. Aprendí de Proceso
que hacer una buena caricatura no quiere decir mentarle la madre al
gobierno, porque se acaba la posibilidad de un diálogo de altura.
El caricaturista debe ser agresivo hasta cierto punto, pero lo que importa
es el ingenio para reflejar situaciones".
Pionero en la ridiculización de los presidentes contemporáneos,
Naranjo sostiene que la caricatura no debe tener límites: "Hay
cosas que pueden caer en la grosería y en el mal gusto y esa
no es la fuerza de la caricatura. Y no estoy criticando a Hernández,
me gusta su trabajo, pero si alguien hace ese tipo de cosas será
bajo su propia responsabilidad. En todo caso, prefiero a alguien que
se excede a alguien que se queda corto".
Helioflores: "Una buena caricatura no sólo debe ser crítica,
porque si no cualquiera podría ser caricaturista y más
aquí en México... Debe estar resuelta de una manera ingeniosa
y hacer pensar al lector. No he visto esa caricatura de Hernández,
pero sí me parece un exceso. Cada caricaturista tiene su manera
de trabajar, a mí en lo particular no me agrada utilizar el recurso
de dibujar a un personaje como perro o vestido de mujer o ese tipo de
cosas".
Magú: "El riesgo de ocuparte demasiado de un personaje es
que te puedes desgastar. Desde hace rato hay unos cartones que sólo
muestran el enojo del caricaturista, la reiteración cotidiana
de que es enemigo de Fox y que basta con decirle al público que
eres opositor. Pues no, aunque estemos muy enojados, lo que tenemos
que procurar es que nuestro trabajo tenga un valor artístico,
un valor cultural".
El Fisgón: "El que corre el riesgo de desgastarse es el
presidente, no nosotros. Estamos frente a una figura que sigue una política
económica claramente antipopular y que tiene contradicciones
flagrantes. Se propuso como gobierno del cambio y representa en realidad
la continuidad del proyecto neoliberal. El régimen neoliberal
está intacto y fortalecido, lo que quiere decir que está
intacto y fortalecido lo peor del priismo. Así que no podemos
dejar de hacerle caricaturas a un gobierno que agrede tanto a la ciudadanía".
Calderón: "Cada caricaturista tiene su forma de ver las
cosas y de expresar su humor. No voy a juzgar el trabajo de los colegas.
No hay reglas para la caricatura. Cada caricatura tiene que satisfacer
al caricaturista y éste publica su trabajo y a ver cuántos
comparten su visión. No soy de los que piensan que debe haber
un estilo de corrección de caricatura o lo que tiene que ser
una buena caricatura o una mala. Tiene que haber muchos tipos de caricatura
y el público es el que elige".
Respecto de los cartones sobre Fox, Calderón, a quien se considera
conservador, cree que más que expresar un ánimo colectivo
muestran la posición política o ideológica de los
moneros:
"Antes, el problema de la caricatura en México era la corrupción.
Ahora el problema es la politización, el adoptar una bandera
ideológica, porque finalmente el resultado es el mismo: estos
son los buenos y los otros son los malos. Una caricatura más
moderna debería pegarle igual a tirios y a troyanos, a los de
izquierda y a los de derecha, porque ambos son muy fácilmente
ridiculizables."
Tomar partido
Hernández, colaborador del diario y la revista Milenio, disiente:
"De entrada, estoy en contra de la objetividad y de la imparcialidad
en la caricatura. No entiendo que pueda existir. No sólo no lo
entiendo, sino que hasta me cae mal. No se vale meter a todos en el
mismo saco y burlarse lo mismo de Fox que de López Obrador, de
Rosario Robles que de Óscar Espinosa. Para mí no son lo
mismo, así que no puedo tratar igual a gente que es distinta."
—Pero Fox no es el único que se equivoca...
—Fox siempre está delante de nosotros, por más que
uno quiera ganarle con una ocurrencia absurda. Él ha llevado
la figura presidencial a niveles bajísimos.
—¿No siente que se le pasó la mano, en particular
con la famosa caricatura del perro?
—No lo creo. No entiendo por qué el presidente puede insultar
a sus críticos, por qué puede decirnos perros y nosotros
no podemos hacer algo similar. Además, la caricatura es un género
de excesos. No se puede entender la caricatura, y mucho menos la caricatura
política, sin la exageración, sin la ridiculización.
La palabra caricatura viene de cargar... Pero yo no creo que me haya
excedido, ¿o sí?
—Bueno, no se midió...
—El que no se mide es Fox, finalmente nosotros no inventamos las
cosas, nos basamos en lo que está. Si Fox no fuera presidente,
me encantaría como personaje. Lo malo es que es el presidente
y que se comporta como en la campaña, cuando insultó a
los otros candidatos e hizo señas obscenas.
A pregunta expresa, Hernández dice que el trabajo actual de los
moneros sí expresa cierto ánimo colectivo: "Siempre
he sentido el oficio del monero como un traductor de la indignación
de la gente. Y veo que hay un desencanto, eso es evidente".
En cambio, El Fisgón cree que "nuestro trabajo no consiste
en reflejar el sentir de la opinión pública. Consiste,
básicamente, en expresar nuestra opinión personal, aunque
vaya en contra de la opinión pública. Lo que hace nuestro
trabajo es exhibir ante la opinión pública las contradicciones,
la mentira, la crueldad de este régimen".
Y remata: "Es lógico que tengamos nuestras filias y nuestras
fobias. Alejandro Gómez Arias decía que él tomaba
partido hasta cuando veía dos perros peleándose. Y generalmente
yo tomo partido por el perro más flaco, así que no creo
en la imparcialidad".
Tomado de la Revista Proceso

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